Por qué “La Ensamblajista”, y una revolución científica en voz bajita
Quería compartir en un poco más de petit comité un poco de donde viene el nombre de este pequeño espacio, una mirada analítica que me inspira mucho a muchos niveles, que me tiene enamorada
Estaba pensando que sería una buena excusa explicar de dónde viene el nombre que he escogido para este rincón en Substack, para introducir el tema en sí.
Se trata del modelo analítico con el que intento operar (y también en Postfuturear), que procede de la teoría social. Que tiene una pequeña conexión también con una revolución científica que está sucediendo ahora mismo. Una revolución científica que no tiene (del todo) que ver con lo cuántico, pues lo cuántico nos suena a que fue, junto al relativismo, la última revolución científica. No. Estamos viviendo justamente ahora otra.
Reducía Thomas Kuhn, filósofo de la ciencia, las revoluciones del conocimiento en dos tipos: las disruptivas, las transdisciplinares. Todas, en el fondo, tienen un poco de ambas cosas, en realidad. Un conjunto de hallazgos aparentemente dispares que hacen tambalear las convenciones científicas o doxásticas más profundas, que hacen tambalear un aspecto significativo de cómo creíamos era el mundo.
El descubrimiento del átomo y sus sub-partes con un comportamiento que no encajaba con la mecánica clásica de la Física desde Newton, con sus electrones, por ejemplo “spineando” de aquí para allá (cuyo modelo mental más familiar es la idea del teletransporte). O la relatividad y la conducta de la luz…
La revolución que estamos viviendo ahora se describe sobre todo como transdisciplinar, es decir, se puede rastrear sobre todo por movimientos “tectónicos” en diferentes disciplinas científicas y del conocimiento.
Movimientos que arrancan desde un desencaje al tratar de explicar fenómenos tanto naturales como sociales de diferentes escalas y dimensiones. Se vio que, para entenderlos, se necesitaba la colaboración entre diferentes disciplinas como la biología, la física, el análisis computacional avanzado, o la antropología. O las ciencias políticas y la ingeniería de sistemas.
Una transformación que además apunta hibridaciones entre ámbitos, más allá de ese acrónimo moderno “S.T.E.A.M.” (Science, Tech, Engineering, Arts, Mathematics).
Esta revolución no tiene un inicio abrupto que podamos ubicar en un día concreto, como si fuera el hallazgo de Lucy o de una supernova.
Emerge a fuego lento sobre todo hace medio siglo largo. Un periodo de tiempo que no es mucho, pero tampoco es poco. Y ha sufrido varios cambios de nombre, en parte porque, como otros muchos transcursos en la Historia bien fundamentada, las corrientes no tienen un único punto de origen. Son esas revoluciones fruto de la convergencia de pequeños cauces de desarrollos. Madurando lentamente. Hace unos años se lo reducía a “Teoría del Caos”, por ejemplo. Hoy en día se conoce como Ciencia(s) de la Complejidad.
Hace poco di con una suerte de mapa o infografía tan enrevesada que a algunos diseñadores gráficos, apuesto, les daría un pequeño tic en el ojo. Pero cuyo trabajo detrás, de documentación y síntesis es brutal; de Brian Castellani y Lasse Gerrits. Por lo visto, cada cierto tiempo lo actualiza. Aquí pondré una versión del 2018, pero en este enlace puedes ver el último que ha realizado, que es un poco interactivo (si pasas el cursor o clicas con el dedo por encima de los globitos, te llevará a otras páginas tipo la Wikipedia o blogs de investigadores para ampliar la información de cada tema). Creo que es una forma de tirarse a la piscina de esta suerte de revolución bastante buena.
Intentando resumir hacia dónde se dirige esta transformación científica, se confronta con diferentes problemas (aquí “problema” en un sentido más matemático para entendernos) e incertidumbres de diferentes dimensiones y ámbito.
Problemas que tienen que ver con los sistemas y lo complejo, con que la suma de diferentes elementos o seres vivos, y sus características no ayudaban a explicar qué ocurría cuando formaban “conjuntos” o redes de relaciones, como ecosistemas, mucho más grandes.
Incertidumbres que las teorías mecanicistas, en plan Newton o visión “el mundo como máquina de muchas piezas”, no servía para explicar fenómenos enrevesados como el funcionamiento y la interacción del clima con elementos de escalas más pequeñas, o el salto evolutivo de seres unicelulares que aparentemente vivían bien, hacia seres pluricelulares, como nosotras. O la teoría de lo social, donde social significa una “materia abstracta que hace hacer cosas” (B. Latour).
Algunas cosillas han traspirado en la cultura pop, de esta revolución. A todas nos suena el concepto “efecto mariposa”, que procede de la llamada “teoría del caos”. Esa que vagamente nos dice que el aleteo de una mariposa en un punto del planeta puede contribuir a formar un huracán en otra punta (que es la versión deformada con la que lo explicamos, explicado así suena bastante magufo, la verdad…).
O hasta una de las sagas más famosas del cine, Jurassic Park, contaba con un co-protagonista científico de “teoría del caos” (sí, Jeff Goldblum) dando explicaciones un poco más de ilusionista y conspiranoico que de científico, pero nos vale como ejemplo de “transpiración a la cultura pop”.
Complejidad y lo social
Que las explicaciones de fenómenos sociales de gran escala no se pueden reducir a explicaciones tan mal fundamentadas y ambiguas tipo “muchas decisiones individuales sumadas”, no es algo inadvertido para las ciencias sociales (excepto para el neoclasicismo económico, que sigue empecinado en manos invisibles y abordarse desde normas obsoletas usando una selección de casos con calzador, cherry-picking).
Fenómenos culturales como la difusión de información, los procesos de la adopción de innovaciones, la aparición de nuevos comportamientos en diferentes sociedades del planeta, o el efecto de las jerarquías y el estudio de la distribución del poder, en muchas ocasiones asimétrico o desigual, son algunos de los temas que apuntan siempre a la necesidad de mirar como distintos elementos de diferentes escalas participan en marcar el paso de la Historia; tanto materiales como intangibles, como por ejemplo tecnologías y leyes, y grupos marginalizados vs masas vs élites.
Este modelo matemático me parece más sexy que Jeff Goldblum en Jurassic Park. Incluso a pesar que utilizan la tipografía “Papyrus”. Modelo matemático sobre la aparición de innovaciones por el equipo de Vittorio Loreto en la Universidad Sapienza de Roma (2017). Toma como punto de partida la teoría de adyacentes posibles de Kauffman y además de estudios e historia de la tecnología Aquí más info: https://www.technologyreview.com/2017/01/13/154580
El estudio de ciertos fenómenos “naturales” ha necesitado “trans-disciplinarse” precisamente en el último medio siglo para comprender el papel de otros tantos procesos sociales en esos fenómenos naturales, como podría ser el estudio de los efectos antropogénicos o humanos y sus economía de escala (p.e. economías deslocalizadas) en el cambio climático, o cómo la cultura de un grupo social a la hora de comunicarse da forma a la estructura de un sistema de comunicación y, en bucle, determina el modelo comunicativo (Ley de Conway).
Las ciencias naturales, gota a gota, están viendo una urgente ruptura de la frontera “natural-social” impuesta de manera artificial, cada vez menos sostenida por datos y hechos que validaran que el universo estaba dividido entre esferas “humano-naturaleza”, más bien lo contrario. Como apaño heurístico o “atajo mental” podía ser útil para no embarrarse las ciencias naturales con los barros de lo humano y su cercanía al propio investigador, pero… siglo XXI y sus retos…
Y también las ciencias sociales están sufriendo sus terremotos de escala Reich bajita.
Vamos a volver a la Biología para entender cómo algunas de las transformaciones de orden más abstracto y elevado tienen una consonancia con algo que estaba pasando también en ciencias sociales.
Lynn Margulis, en esta disciplina, llegó a indicarnos que la evolución de la vida no es serial y darwinista “de madre a progenie” “del dinosaurio que puso el huevo de la proto-gallina, y la proto-gallina que puso el primer huevo de la gallina”, sino que es más intrincada. Por ejemplo, se dan otros procesos más complejos como la simbiogénesis. Que sin ese proceso, posiblemente no habría aparecido los seres vivos multicelulares (si te pica la curiosidad, este texto traducido sobre el kéfir es bonito).
En sociología, Bruno Latour apuntaba a que los fenómenos sociales no se pueden explicar utilizando como comodín “lo social” como causa en sí misma, usando explicaciones tautológicas (una tautología es una auto-explicación como “una rosa es una rosa”, o “en verano siempre hace calor, por tanto es normal que haga calor”, que hace que siempre sea verdad porque no hay más premisas). Tipo que nos portamos como “animales en masa” porque “somos sociales”, que existen unas “fuerzas sociales” que nos hacen “generar religiones” o ser fetichistas de lo material, o que existen “superestructuras” de deseos inconscientes y simbólicas cada vez más opacas y complejas, como cajas negras explicativas, que actúan como objetos-fuerza y son redundantes.
Para una parte de la tradición de estas disciplinas sociales, sobre todo la sociología, lo social, el poder y la dominación es una causa y un efecto a la vez.
Latour comparaba (Reensamblando lo social, 2008) este tipo de argumentación tautológica con el concepto de éter que se utilizaba en la Física hasta la aparición de teorías de la relatividad y la cuántica.
No niega en ningún momento que los símbolos, las narrativas, las explicaciones que tomamos del mundo no existen ni tienen ningún papel: lo contrario; el tipo le dio mucha caña a estos elementos también. De hecho comenzó como filósofo y analista social de los procesos científicos.
El quid de esa micro-revolución en las ciencias o disciplinas sociales son los ensamblajes, sistemas, conjuntos o redes basadas en interacciones y relaciones, que formamos los seres humanos con nuestro entorno, con las tecnologías que elaboramos, con las leyes y normas que creamos pero también existen a pesar de nosotros.
Que nuestras decisiones pueden transformarse y transportarse e impactar en el mundo a través de tecnologías, de otros seres vivos, etcétera; no solo a través de cosas exclusivamente “sociales”, que es la explicación tradicional desde que algunos apañaron en el siglo XVIII y XIX que lo humano estaba disociado de lo natural, y por tanto era una “dialéctica” entre lo subjetivo y lo objetivo.
Reivindicaba, Latour, el origen de la sociología como disciplina que estudiaba, precisamente, las redes de asociaciones entre personas y cosas para explicar la aparición de fenómenos o comprendernos a nosotras mismas.
Y es aquí donde entra las teorías del ensamblaje, porque Latour no está solo. Le acompañan entre otras muchas Isabelle Stengers, Manuel DeLanda, además una legión de alumnos y fans (como servidora) que han estudiado en más profundidad (no de momento como yo) cómo, para explicar lo que nos ocurre, no se puede apartar de la vista la función de las tecnologías, o de otros seres vivos (incluyendo viruses desencadenando por ejemplo epidemias, o nuestra mala convivencia con la biodiversidad)… Algo así como una ecología post-humanistíca (no post-humano de cyborg, sino de Humanidades recicladas).
Y es que no vivimos exactamente en “masas sociales homogéneas”, sino en sistemas y redes de personas, instituciones (y grupos sociales que actúan como “un todo”), dispositivos y máquinas. Incluyendo los smartphones, cuyas características y aspectos técnicos, estudiados por otro tipo de analistas o científicas, bien materiales y objetivables, tienen impactos importantes en nuestras vidas y ayudan a explicar, por ejemplo, por qué y cómo estamos hasta cierto grado enganchadas a los móviles. No se puede explicar solo porque es “una esencia social” o algo en nuestro subconsciente.
Para cerrar, recomiendo mucho -soy una pesada recomendándolo- este texto de Langdon Winner “¿Tienen política los artefactos?”
Ensamblajista, pues, como fan de una visión del mundo más ecosistémica o reticular, para entenderlo, para ganar humildad de nuestra posición menos central en el mundo, y porque tengo ganas de ayudar aunque sea una mijita a reensamblar otras redes, otros ensamblajes que hagan posible un escenario futuro más amable. Como es tan abstracto y nicho, me valía para darle título a este espacio en Substack que tal vez se vuelva aparentemente multi-temático -o se morirá en pocos meses, el tiempo, y si os gusta o este espacio aporta algo, dirá…
¡Espero que os haya picado el gusanillo de la curiosidad por estos temas! Nos leemos